RESEÑA "EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS" DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
Abril, mes en que se celebra el día
mundial del libro. Esa herramienta de conocimiento que ha acompañado a la
humanidad durante los siglos y que ayuda a cada nueva generación a conocer su
pasado o a suponer el futuro; que lleva a cada lector a lugares diversos
regalando siempre maravillas y saberes. Pero el hecho de ser el 23 de Abril de
cada año el Día mundial del libro y el idioma
tiene una razón de mucho peso, que fue evaluada por la UNESCO y que los ayudó a
tomar esta decisión. Resulta que en este día y además del mismo año (1616)
fallecieron tres autores de mucha importancia para el mundo literario global: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.
Tres figuras que aunque no sepamos con exactitud quienes son, en algún momento
el nombre de alguno de ellos ha llegado a nuestros oídos. ¿Es acaso esta una
razón de peso para tomar este día para celebrar la existencia de los libros?
Pues nos parece que si.
En vista de todo lo expuesto
anterior mente, resulta que dos de los hombre de letras, que con su muerte
marcaron esta celebración, fueron dramaturgos en vida, por lo que nos corresponde
hablar de su trabajo en este espacio. Para comenzar lo haremos con Miguel de
Cervantes, quien comparte nuestra misma lengua y a quien se conoce
fundamentalmente por su novela “Don Quijote de la Mancha”, pero este autor también escribió teatro y vamos a hablar de él.
Estando tan de moda el micro teatro
en Venezuela, Miami y España entre otros, nos pareció interesante hablar de una
modalidad teatral muy utilizada en el siglo XVI, conocida como Entremés. Era un estilo teatral de corte cómico y de
muy corta duración que se usaban como telón a las comedias tradicionales de
tres actos. El juez de los divorcios es uno de estos entremeses escritos por
Miguel de Cervantes(Alcalá de Henares, 29 de septiembre de 1547-Madrid, 22 de abril de 1616).
Es un texto que está contenido en unas cinco páginas y escrita para doce
actores: Tres mujeres y nueve hombres.
La historia que nos cuenta la obra
es la de un juez que junto al escribano y al procurador se disponen a dar sentencia
sobre las peticiones de divorcio que esté la gente dispuesta a pedir. Ante
estos tres caballeros se presenta la primera pareja compuesta por Mariana y el
Vejete. La mujer llega pidiendo a gritos que el juez de los divorcios la libere
del yugo en el que se encuentra al estar casada con un viejo con dolencias de
todo tipo.
“Juez: […] Peo especificad más,
señora, las ocasiones que os mueven a pedir divorcio
Mariana: El invierno de mi marido,
y la primavera de mi edad; el quitarme el sueño, por levantarme a media noche a
calentar paños y saquillos de salvado para ponerle en la ijada; el ponerle, ora
aquesto, ora aquella ligadura, que ligado le vea yo a un palo por justicia; el
cuidado que tengo que ponerle de noche alta cabecera de la cama, jarabes
lenitivos, porque no se ahogue del pecho; y el estar obligada a sufrirle el mal
olor de la boca, que le güele mal a tres tiros de arcabuz.”
Argumentos de los que el Vejete se
defiende, logrando que el juez desestime el caso, pero cuando ya todo parece
resuelto, el Viejete hace la solicitud al juez que lo divorcie de su mujer,
pues ella lo ha llevado a la ruina física en la que se encuentra en la
actualidad, pero el juez de igual forma no les concede el divorcio. De
inmediato y sin que los personajes anteriores abandonen la escena, entra una
nueva pareja: Un soldado y Doña Guiomar, su esposa. En este nuevo caso, igual
que en el anterior, la mujer es quien pide el divorcio
"Guiomar: Pues ¿no quiere vuestra merced
que llame leño a una estatua, que no tiene más acciones que un madero?"
Los argumentos que ella alega es que
su esposo pasa la vida de holgazán, sin
hacer nada más que pasar el día en la calle hablando en las esquinas y en mesas
de apuestas sin preocuparse por conseguir dinero para el hogar. El Soldado,
quien en secreto confiesa al público que también quiere librarse de aquel
matrimonio, da toda la razón a la mujer y acepta que él es el problema y alaba
continuamente a la mujer, dándole la razón en todo y aceptando frente al juez
que lo correcto es conceder el divorcio. Sin aun haber llegado a una solución
para la demanda de estos dos personajes, unos nuevos demandantes llegan al
lugar planteando nuevos problemas tan hilarantes como los anteriores, llevando la obra a un final alegre y musical.
El Juez
de los divorcios es un texto escrito en prosa, que de manera jocosa reflexiona
sobre las razones un tanto extravagantes que algunas personas pueden alegar
para la separación marital. Es un texto divertido que puede presentar un poco
de dificultad para su lectura por los términos que se utilizaban en la época y
que no son tan comunes en la actualidad, pero que no hacen imposible el ameno disfrute de este libreto.
P.D: Y la proxima semana vamos con Shakespeare.
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